06 abril, 2010

Los Ojos que Ven (Capítulo 4)

Tras haber dormido a penas tres horas la noche anterior me levanté de la cama recordando todo lo sucedido el pasado día y las terribles pesadillas que me habían acechado durante aquellos ciento ochenta minutos de trance que algunos llamaban dormir.
Recordaba los ojos, las manos, el cuerpo inherte tirado en la acera esperando que alguien se lo llevara, los coches estacionados en la calle, el sol que brillaba sin prestar atención a lo sucedido, la gente que se acercaba y al percatarse de lo sucedido se llevaban una mano a la boca y volvían sobre sus pasos...lo recordaba todo, todo menos el rostro de la persona que estaba a la espera de la muerte.
Me dirigí al cuarto de baño intentando eliminar el dolor retenido con una ducha de agua tibia, cerrando los ojos fuertemente y abriéndolos nuevamente al ver en la oscuridad de mis párpados a Robert, a Vicky, a Jake y a Iride, recuerdos que en algún momento, y esperaba que fuese pronto, desaparecerían de mi memoria.

Salí de la ducha envuelta en una toalla. El cristal del cuarto de baño estaba empañado y mi rostro reflejado en él era como un horrible fantasma que no tenía ojos, ni boca. Durante un misero segundo de mi existencia dejé de habitar aquel cuerpo de adolescente desgraciada que se encierra en sí misma intentando olvidar, y al regresar me di cuenta de que mis dedos arrugados por el agua de la ducha habían escrito en el espejo donde las partículas de agua se acumulaban, el nombre de aquel en el que no quería pensar, pero que formaba parte de mi vida aunque yo hiciera lo posible por distanciarme. Damian.
Me vestí con lo primero que encontré en el armario. Mi abuela salió de la cocina y me llevó una taza de leche a mi habitación.
- Buenos días, abuela. Lo siento pero no tengo tiempo para desayunar - Mi abuela me miró fijamente intentando encontrar una respuesta en mis ojos a aquella incógnita que hacía días que había notado que quería preguntarme.
- ¿A dónde vas? - Mi abuela no solía preguntarme aquello nunca. Cuando murieron mis padres me dijo que no iba a retenerme por miedo a que me pasara algo, porque confiaba en mí y en el destino.
- Voy a ver a Damian - Mi abuela sonrió dulcemente.
- ¿Qué pasa? - le pregunté sorprendida por su reacción.
- Nada, sólo pensaba que hacía tiempo que deberías haber tomado esa decisión - Aquello fue como una patada en el estómago. Sabía que mi abuela apreciaba especialmente a Damian, y al principio incluso pensé que estaba de su parte pero no quería oírlo de su boca. Me había costado tomar aquella decisión y por momentos me estaba arrepintiendo.
- Quizás sí, pero abuela, él me hizo muchas cosas que no se pueden perdonar así como así...
- Aremis, sé que te hizo daño... pero tú también le has herido haciéndole esperar cuando hace ya bastante tiempo que le has perdonado... - Me dolía escuchar la verdad, me dolía mucho, prefería que me pegaran o que me clavaran un cuchillo tras otro, pero oír la verdad es mucho peor, porque no sientes el dolor en el cuerpo sino en el alma - Él te hizo mucho daño, está bien, pero no olvides que sobretodo y ante todo, siempre fue tu amigo...
Cogí mi bolso, le di un beso en la frente a mi abuela, que cada vez parecía más pequeña, y cerré la puerta detrás de mí escuchando antes el suspiro de mi abuela a mi espalda.
Anduve durante media hora hasta que llegué al edificio donde vivía Damian. Me acerqué al portal respirando hondo. No sabía si debía llamar o volver por donde había venido. Di una vuelta por el parque que había en frente del edificio, respiré hondo y conté hasta cien. Volví al portal y toqué el timbre mientras comenzaba de nuevo a contar. Cuando iba por el seis una voz que identifiqué al instante me contestó.
- ¿Quién? - Era Damian.
- Soy Aremis, ¿me abres?
No oí nada más, solo noté que la puerta cedía al empujarla. Me colé en el interior del edificio, subí por las escaleras intentando hacer tiempo para no enfrentarme con él.
Al final llegué, Damian me esperaba en la puerta. Me acerqué lentamente y vi brillar sus ojos. Pensé que estaba a punto de llorar, como la última vez que lo había visto. Me paré y lo miré, no sabía qué debía hacer o qué debía decir.
- Pasa - Dijo rompiendo el silencio al que tanto temía.
Recorrimos el pasillo de la casa que conocía como la palma de mi mano. Me senté en un sillón evitando así que él se sentara a mi lado.
- No esperaba verte...
- Sí, bueno... así soy yo, nunca aviso.
-No pasa nada, está bien... sólo que me sorprende que hayas decidido... bueno… - Se hizo el silencio. Damian agachó la cabeza y después la levantó mirándome fijamente.-Lo siento muchísimo Aremis, fui un imbécil...
- ¿Por haberte liado con Vicky o por lo de las drogas? - Me miró y vi el dolor en sus ojos.
- Por todo, por haberte hecho sufrir.
Me levanté del sillón y me senté a su lado en el sofá, lo tomé de la mano e hice lo que sabía que hacía tiempo que debería haber hecho.
- Déjalo Damian. No pasa nada - le sonreí - Yo también lo siento.
- Aremis... yo todavía te quiero... siempre fuiste importante para mí... - Me costaba costaba mucho reconocer lo que iba a decir a continuación, pero ya era hora de terminar con las mentiras.
-Yo también te quiero Damian, pero...
-Necesitas más tiempo, lo sé. ¿Podemos ser...? - No se atrevía a preguntarlo, así que le di la respuesta, haciendo que dejara de sufrir.
- Sí, podemos ser amigos. Pero no más drogas - Él me sonrió y me dio el abrazo más dulce que me había dado nunca.
- No más drogas. Las dejé cuando te perdí - Apoyé mi cabeza en su hombro como hacía antes, y me gustó aquella sensación. Él no dijo nada y yo tampoco, no veía conveniente romper aquel momento de tranquilidad en el cual mi alma se sentía serena al fin.
Estuvimos hablando, poniéndonos al día de todo lo que nos habíamos perdido de la vida del otro, reconstruyendo momentos de cuando éramos unos críos, pero en ningún momento mencionamos cuando descubrí la droga en su cartera y cuando él la escondió en la mía haciendo que me expulsaran del instituto y haciendo que asistiera a un psicólogo para dejar de tomar algo que nunca había probado, tampoco mencionamos a Vicky, a la que no culpaba porque quería pensar que ella no sabía que él estaba saliendo conmigo, pero que sí que culpaba de algún modo por lo de Robert a pesar de que él no era nada mío.
- Te echaba de menos - me dijo cuando nos despedimos en la puerta.
- Yo a ti también - Le abracé porque ambos lo necesitábamos, y porque ya no había porque estar alejados. Me contó que había sido mi abuela la que le había facilitado mi dirección del chat y así podía hablar conmigo y que desde luego sabía si estaba bien o mal porque a mi abuela no le importaba llamarlo y decírselo. A mí tampoco me importó cuando me lo contó.
Bajé en ascensor y al verme en el espejo casi no me reconozco, me vi feliz en mucho tiempo ¿Tan importante era Damian para mí?
Abrí la puerta del portal y salí por ella al espléndido día donde lucía un sol radiante. Vi el parque en frente con todos aquellos reflejos verdes. Los rayos del sol me cegaron momentaneamente. Cuando volví a ver avisté a Jake que corría detrás de Iride. Fue cuestión de un segundo reconocer aquello. Mi sueño, todo estaba igual, el parque, el sol, el miedo que sentí.
- ¡NO! - Grité justo en el momento en el que un coche de color plateado hacía volar por los aires el cuerpo de Iride. Corrí hacía donde estaba Jake arrodillado junto a ella que sangraba por todas partes. La gente se acercó, se cubrió la boca con la mano, se echaron hacia atrás. Jake lloraba como nunca antes lo había visto llorar mientras sostenía la cabeza de Iride en su regazo. Todo a mi alrededor daba vueltas. Lloraba sin parar, sentí unas manos fuertes que me sostenían por los hombros y supe que era Damian pero no pude apartar los ojos del cuerpo de Iride, no pude dejar de oír cómo salía la sangre de su cuerpo, no pude dejar de llorar hasta que oí su voz, hasta que me habló a pesar de que estaba inconsciente.
- "Basta, estaré bien".
Me asusté, quería morirme. Quería estar en su lugar porque aquel dolor era terrible. Me sentía culpable, muy culpable, porque hacía tiempo que sabía que la mayoría de mis sueños se cumplían, y yo no había hecho nada para evitarlo. Intenté calmarme pensando que no tenía forma de saber que era Iride la de mi sueño, pero aún así fue en vano. Volví a oír su voz.
- "Si no paras de llorar cuando me muera te enviaré a Vicky para que te atormente en tus peores pesadillas".
Pensé que me lo estaba imaginando.
- "No estás imaginando nada, ¡reacciona!"
Y así lo hice. Reaccioné. Aparté a Jake que la estaba rompiendo mientras la estrujaba como a una esponja e hice todo aquello que había aprendido en primeros auxilios. Hasta que tosió y la sangré que se había retenido en sus pulmones salió disparada a la acera fría. Abrió los ojos, me miró un segundo y antes de perder el conocimiento de nuevo me dijo.
-Así está mejor.

1 comentario:

  1. La aparición de Damian es estelar y lo que hizo, súper fuerte!
    Bueno, bueno... Por no hablar de Iride... :(

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