25 abril, 2010

Los Ojos que Ven (Capítulo 8)


Tras el que me pareció el viaje más largo y escalofriante de mi vida, así como insoportable debido al agradable niño situado detrás de mí y que una vez tras otra arremetía con todas sus fuerzas inacabables patadas a mi asiento, aterrizamos en el aeropuerto y sentí que volvía a respirar.
Tomé mis maletas, que no eran pocas a causa de la insistencia de mi abuela de que todo era importante, y en cuanto pasó un taxi libre hice la señal para que parara. Me subí contenta de estar de nuevo en casa, solo en aquellos momentos me di cuenta de lo mucho que había echado de menos todo aquello. Le indiqué amablemente al taxista el destino al que debía llegar y luego me acomodé, al fin, en el asiento del copiloto dejándome llevar por la suave música procedente de la radio mientras mis ojos volvían a situar todos aquellos paisajes en mis más profundos y a la vez especiales recuerdos.

23 abril, 2010

El Alma que Lee (Capítulo 7)


Por fin me habían dejado salir de aquel odioso hospital, no echaría de menos el olor, la frialdad, los medicamentos; pero extrañaría mucho el cariño de las enfermeras y a los guapos, jóvenes y simpáticos residentes.
Acaba de llegar a casa y me había acomodado en mi cama. Me sentía tranquila de volver a estar allí. Respiré el aroma al perfume de lavanda de mi madre, junto al suavizante de la ropa y el ambientador de flores, y supe cuánto había deseado regresar.
Estaba tumbada en la cama con las piernas cubiertas por una fina colcha, cuando mi hermana entró muy despacio con un vaso de leche caliente y galletas de chocolate. Sonreí al ver la expresión de Vicky, parecía una ladrona intentando entrar sin que la descubriesen.

21 abril, 2010

Los Ojos que Ven (Capítulo 7)

Mi dedo a penas había rozado el timbre cuando Vicky me abrió la puerta. Me miró durante un segundo y me hizo un gesto con la mano.
- Pasa - Hice ademán de entrar cuando una extraña reacción se apoderó de mi cuerpo, aunque solo fueron unos segundos escasos. Cuando me vi dentro y Vicky hubo cerrado la puerta tras de mí, me observó con fijeza y concentración absoluta, soltó el aire, que sabía que había contenido desde que me había visto en la puerta, y me abrazó con tanta fuerza que creí que la próxima en acabar en el hospital sería yo.
Se separó y sonrió débilmente, me percaté de que tenía puestos los pendientes que le había regalado por su cumpleaños.
- Gracias por lo que hiciste por Iride - Me dijo al fin.
- Es lo que debía hacer.

17 abril, 2010

Comentad ¡Gracias! (Comment. Thanks!)

Os agradeceríamos enormemente que comentárais nuestro blog y dejárais de esa manera constancia de vuestras visitas.
Muchas gracias a todos nuestros seguidores y a aquellos que aunque no nos siguen, sí que nos leen.
Esperamos que
Los Ojos que Ven y El Alma que Lee sean de vuestro agrado, habiendo llegado a apreciar a Aremis y a Iride tanto como nosotras, sus creadoras; y no nos olvidemos del nuevo proyecto de Ana: Blood Pact, un thriller lleno de misterios, asesinatos... y tantas otras cosas que ni siquiera a mí me ha desvelado ;-)
Seguidnos! Seguid disfrutando! Seguid leyéndonos! Y no os olvideis de "volar, volar, volar...!"
Muchos besos y saludos desde este rincón perdido en el gran mar que es Internet: Palabras de la Memoria.

16 abril, 2010

El Alma que Lee (Capítulo 6)


Eran las doce del mediodía. Mi madre se había ido a preparar bizcocho de chocolate, mi favorito. Mi padre estaba trabajando, y mi hermana que ya estaba de vacaciones se había ido al centro comercial con la excusa de comprarme ropa nueva para cuando saliera del hospital.
Así que me encontraba sola en aquella fría habitación observando por el pequeño ventanuco el parking, porque por desgracia no había tenido la suerte de que mi habitación estuviera orientada hacia los jardines.
Apoyé mi mano en la pared y tras levantar la manga de mi pijama rosa vi la cicatriz que tenía en el brazo derecho, no era algo alarmante, peor era la que tenía bajo el pecho, pero para nada me avergonzaba de ellas. Me parecía algo absurdo ocultar aquellas marcas que mostraban una parte de mi vida que para mi sorpresa había logrado superar.

Los Ojos que Ven (Capítulo 6)

Clark ya se había marchado y yo permanecía sentada en la cama sin saber muy bien qué hacer. El instituto se había acabado en el tiempo que había pasado en casa y ya me había hecho llegar las notas por correo. Mi abuela todavía seguía durmiendo plácidamente por lo que me encerré en mi cuarto y cogí el portátil.
En ese momento solo necesitaba distraerme para ir asimilando los cambios que estaban dando un giro de trescientos sesenta grados a mi vida, la cual siempre había considerado bastante aburrida y más que dolorosa. Damian estaba conectado y yo necesitaba hablar con alguien.
- Hola - Tecleé.
- Hola, ¿cómo estás, Aremis?
Me lo pensé un instante, ¿cómo estaba? Demasiado bien, desde luego, no; pero preferí no mencionar mis extraños sueños y el hecho de que se cumplían.

10 abril, 2010

El Alma que Lee (Capítulo 5)


Abrí los ojos. La luz me molestaba. Los volví a cerrar. Respiré profundamente y me arrepentí. De mi boca surgió un gemido.
El dolor se extendía por todo mi cuerpo al mínimo esfuerzo. Volví a respirar y continué sintiéndolo. Sonreí.
Levanté los párpados y observé el lugar en el que me encontraba. Una sala pequeña, iluminada por los rayos de sol que entraban por una diminuta ventana. El olor a desinfectante entraba por mis vías respiratorias y me provocaba náuseas.

Los Ojos que Ven (Capítulo 5)


Tras aquello me encerré de tal manera en mí misma que perdí totalmente la noción del tiempo y el espacio. Me metí en la cama y no volví a salir de ella en mucho tiempo, el suficiente para pensar y tener la posibilidad de volverme completamente loca.
No me levantaba salvo para ir al aseo y ducharme de vez en cuando. Permanecía sentada con la vista clavada en la pared azul de mi cuarto que me recordaba al océano. Se me pasaban por la cabeza mil cosas, pero la que más me turbó fue el pensar que yo había soñado con la muerte de mis padres y no había hecho nada para impedirlo. Aunque intentaba regresar a aquella noche del fatídico día, no conseguía recordar nada. Cogí mis diarios de entonces y los leí detenidamente intentado encontrar alguna pista que me llevara a la respuesta que necesitaba escuchar, aunque estaba completamente segura que si me juzgaran la única palabra que lo diría todo sería culpable.

07 abril, 2010

El Alma que Lee (Capítulo 4)


Mi madre había entrado muy despacio en mi cuarto, y con su mano derecha acarició dulcemente mi frente húmeda.
- Iride – susurró – Cielo, ya es hora de despertarse – añadió.
Abrí lo ojos lentamente. Mi madre subió las persianas haciendo que entrara un poco de luz para poder vernos pero no demasiada para no deslumbrarme.
- Buenos días mamá – dije sentándome en la cama.
Ella se acomodó a mi lado y me colocó la bandeja del desayuno sobre las piernas. Cogió una galleta de chocolate, me besó en la frente y la mordisqueó.
- ¿Qué te pasa cielo? Parece que has sudado mucho esta noche, no tendrás fiebre, ¿verdad?
- No, estoy bien, pero muy cansada. Entre la fiesta y la mala noche que he pasado…

06 abril, 2010

Los Ojos que Ven (Capítulo 4)

Tras haber dormido a penas tres horas la noche anterior me levanté de la cama recordando todo lo sucedido el pasado día y las terribles pesadillas que me habían acechado durante aquellos ciento ochenta minutos de trance que algunos llamaban dormir.
Recordaba los ojos, las manos, el cuerpo inherte tirado en la acera esperando que alguien se lo llevara, los coches estacionados en la calle, el sol que brillaba sin prestar atención a lo sucedido, la gente que se acercaba y al percatarse de lo sucedido se llevaban una mano a la boca y volvían sobre sus pasos...lo recordaba todo, todo menos el rostro de la persona que estaba a la espera de la muerte.
Me dirigí al cuarto de baño intentando eliminar el dolor retenido con una ducha de agua tibia, cerrando los ojos fuertemente y abriéndolos nuevamente al ver en la oscuridad de mis párpados a Robert, a Vicky, a Jake y a Iride, recuerdos que en algún momento, y esperaba que fuese pronto, desaparecerían de mi memoria.

01 abril, 2010

El Alma que Lee (Capítulo 3)


Llevaba media hora en el mismo lugar, sin prestar atención a nada ni nadie, intentando no pensar por qué me sentía tan terriblemente mal sin motivo aparente cuando mi hermana atravesó la entrada del salón, como era de esperar no iba sola.
Ya había tirado la caña y recogido el sedal, y como premio llevaba agarrado por la cintura a un tío que cualquiera hubiera deseado. Alto, moreno, de ojos castaños, con una sonrisa resplandeciente y con unos cuantos chupetones en el cuello, resultado de su encuentro con Vicky, deduje.
Se acercaron adonde me encontraba.
- Iride te voy a presentar a alguien.
- ¡Qué novedad! – mascullé. Ella no me escuchó, en cambió él me miró con curiosidad.
- Este es Robert, un amigo – cuando me levanté por cortesía, ella se acercó – Por ahora – me susurró al oído con una de sus estúpidas risitas de colegiala consentida.