16 abril, 2010

El Alma que Lee (Capítulo 6)


Eran las doce del mediodía. Mi madre se había ido a preparar bizcocho de chocolate, mi favorito. Mi padre estaba trabajando, y mi hermana que ya estaba de vacaciones se había ido al centro comercial con la excusa de comprarme ropa nueva para cuando saliera del hospital.
Así que me encontraba sola en aquella fría habitación observando por el pequeño ventanuco el parking, porque por desgracia no había tenido la suerte de que mi habitación estuviera orientada hacia los jardines.
Apoyé mi mano en la pared y tras levantar la manga de mi pijama rosa vi la cicatriz que tenía en el brazo derecho, no era algo alarmante, peor era la que tenía bajo el pecho, pero para nada me avergonzaba de ellas. Me parecía algo absurdo ocultar aquellas marcas que mostraban una parte de mi vida que para mi sorpresa había logrado superar.

Para mí eran una muestra de la fortaleza que alguien consigue cuando se enfrenta a sus miedos, y desde luego la muerte era algo que pocos no temían. Sabía que había cambiado, no tanto para que no me reconocieran o para que los que me querían dejasen de sentir eso por mí, pero lo suficiente para que yo misma lo notase. Era una diferencia en mi actitud, en mi forma de ver la vida y de encarar los hechos.
Pensé en Aremis y en la nueva etapa que me había comentado su abuela que tenía que aceptar. La comprendía porque para mí también había cambiado todo, aquella experiencia marcaba un antes y un después en mi vida, no porque me afectara realmente, incluso me habían visitado un par de psiquiatras para analizar mi estado tras lo sucedido, ambos habían salido de la habitación sorprendidos de que no tuviera ningún tipo de trauma o bloqueo emocional, pero es que había aceptado lo sucedido, sin más.
En ese momento oí que golpeaban la puerta, cosa que me extrañó porque estaba abierta.
- Adelante – dije sin pensar.
Al volverme me crucé con unos ojos verdes que desconocía. Era un chico de cabello castaño y sonrisa amable. A pesar de no conocerle me resultaba familiar. Se mantenía en el umbral de la sala, indeciso.
- Perdona, ¿te conozco? – pregunté. Él sonrió más ampliamente e hizo que me sonara todavía más, pero ¿de qué?
- No, no nos conocemos. Al menos personalmente, pero me han hablado de ti y creo que a ti también lo han hecho de mí.
Mi cara debió parecer graciosa porque aquel chico se comenzó a reír. Se acercó a mí y no pude evitar sentirme avergonzada por las pintas que tendría aunque en ningún momento sentí miedo de ese desconocido. Me tendió la mano.
- Soy Clark, el hermano de Aremis. Y tú debes de ser Iride – correspondí aquel apretón de manos.
- Sí, así es. ¿Cómo está Aremis? Hablé con vuestra abuela y me dijo que no se sentía demasiado bien. ¿Está mejor? Es que no he sabido nada de ella, le dejé mensajes y la he llamado, pero…
- Tranquila. ¿Por qué no nos sentamos y charlamos?
Yo me acomodé en un lado de la cama y él arrastró la butaca frente a mí, donde se sentó.
- Bueno, Iride. Mi hermana me comentó lo que te había pasado y me alegra saber que estás bien. Aremis se está recuperando, así que no debes preocuparte, ha sido ella quien me pidió el favor de que viniera a verte en su lugar.
Yo lo miré incrédula, no entendía por qué.
- ¿Por qué no ha venido ella?
Él suspiró.
- Se siente culpable. No puede evitar pensar que se ha portado fatal porque en lugar de estar aquí a tu lado tras lo que te ha pasado ha estado en casa pensando únicamente en ella, eso es lo que dice al menos.
- Eso es una tontería. Yo pensaba que ella estaba enfadada conmigo porque por mi culpa se había visto envuelta en aquel accidente y que por eso no me contestaba a las llamadas. Además, yo comprendo que ella tenga sus propios problemas yo no soy tan egoísta como para esperar que por el simple hecho de que yo esté pasando por una situación un poco complicada las personas de mi alrededor dejen de pensar en sus propios problemas.
- Te comprendo, al menos en parte, porque lo de que ella esté enfadada contigo… - yo puse mala cara, su abuela me dijo lo mismo, debía ser cosa de familia, y al ver mi mueca sonrió – Pero en lo que respecta a Aremis, es muy tozuda y es difícil llegar a seguir sus pensamientos y más complicado aun es alcanzar su corazón. Por eso cuando me dijo que quería que viniese para hablar contigo supe que debías ser alguien importante para ella.
- Para mí Aremis también significa mucho… Aunque aun no tengo muy claro qué – Clark no comentó nada de ese pensamiento en voz alta.
- Además también tengo que decirte que mi hermana ha decidido viajar a Irlanda.
Yo sentí una fuerte opresión en el pecho.
- Ahora que estáis de vacaciones quiere regresar a nuestro país natal, por una parte para recuperar sus raíces y recordar el pasado, pero por otro para comenzar otra vez.
- Pero, ¿va a volver?
- Por supuesto – añadió él riéndose. Parecía que aquel chaval se estaba divirtiendo de lo lindo, porque no hacía otra cosa que reír, suponía que de mí – Ella no sería capaz de dejar todo lo que tiene aquí, pero necesita un cambio de aires para plantearse las cosas de otro modo.
- Comprendo – respiré profundamente y sentí un pequeño pinchazo en las costillas.
Miré a Clark que me observaba fijamente sin decir nada, parecía esperar alguna respuesta.
- Clark me podrías hacer ahora un favor a mí.
Me miró suspicaz.
- Sólo quiero que a ser posible le digas a Aremis que antes de que se marche me gustaría verla. Dile que siento mucho haberla involucrado en algo que no iba con ella pero que en aquel momento solo ella me escuchó. Era la única a la que pude recurrir.
Él me miró extrañado.
- Ella lo comprenderá – añadí sintiéndome un tanto cansada.
- Bien, yo se lo diré. Ahora será mejor que me vaya y te deje descansar - Se acercó y me dio un par de besos.
Cuando estaba a punto de cruzar el umbral, me eché a reír.
- Clark, espera – él se volvió y me observó – Dile a Aremis que la próxima vez no cause tantas molestias, enviarte a ti y haber tenido que recurrir a vuestra abuela para saber algo de ella. Con una llamada me habría bastado, con tal de oír su voz y saber que estaba bien.
Él sonrió y asintió con la cabeza. Después se marchó y al instante entró mi madre con una gran bolsa.
- ¿Quién era ese chico tan atractivo? – me preguntó extrañada y curiosa a la vez.
- El hermano de Aremis. Ha venido a petición de ella para hablar conmigo.
Mi madre no hizo más preguntas, al ver mi rostro supo que era mejor mantener el silencio, por eso únicamente me tendió un pequeño paquete del que provenía un delicioso aroma a chocolate. Me relamí, pero sentí un retortijón de estómago al acordarme de Jake.
¿Dónde se habría metido el muy idiota?
Para mí era muy importante. Lo necesitaba. A pesar de nuestro distanciamiento conforme habían pasado los años yo había continuado guardando su dirección, su número de teléfono y esas fotos de aquellos veranos en la playa. Pero lo que tenía grabado en mi memoria con más claridad era su sonrisa y las palabras que salieron de su boca y que me susurró al oído cuando me enteré de que al verano siguiente él se marcharía a Francia y ya no iría a la playa: “No te preocupes Iri, aunque no me veas, siempre estaré a tu lado. En tu corazón”.
Aquel bizcocho me resultó amargo, igual que las lágrimas que cayeron por mis mejillas. Mi madre continuó en silencio mientras me abrazaba.
Él tenía razón. Siempre estaría en mi corazón pero nunca se daría cuenta de hasta que punto sus palabras eran ciertas.

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