24 marzo, 2010

El Alma que Lee (Capítulo 1)

Tras despertarme contemplé pensativa el techo de mi habitación recordando la noche anterior. Me había ido con unas amigas de compras y nos encontramos a unos amigos de mi hermana mayor, Vicky. Nos pidieron que les aconsejáramos sobre algún regalo porque dentro de unos días es su cumpleaños, el caso es que terminamos en un pub y uno de los chavales se intentó propasar conmigo, le di una buena torta y mis amigas al verlo le insultaron y le dijeron de todo. Por supuesto, nosotras recibimos nuestro merecido, no sólo en insultos, es que habíamos ido en sus coches y no teníamos como volver. Tuvimos que reunir el poco dinero que llevábamos todas para pagar un taxi.
Fue desastrosa. Pero no tanto como mi rutina diaria.
- ¡Iride! ¡Levántate o llegarás tarde al instituto! – dijo mi madre desde el otro lado de la puerta.

Mi vida se resumía en ir al instituto, estudiar, ver a mis amigas, estudiar, conocer a imbéciles en lugar de chicos y ah, sí, se me olvidaba, estudiar. Algo me pedía un cambio, pero no sabía por donde empezar. Había comenzado a salir más, pero aun así no alcanzaba a eliminar esa sensación de cansancio y tristeza que yo denominaba: monotonía.
Tras un largo y agotador día de instituto estaba de vuelta en casa. Mis padres estaban trabajando y a mi hermana la encontré en el sofá del salón haciéndose la pedicura, con su pelo negro azabache recogido en un pulcro moño, las largas piernas depiladas que mostraban su bronceada piel sobre un taburete y sus ojos verdes brillando junto a su perfecta sonrisa tras haber logrado una obra de arte en su dedo gordo. La televisión estaba encendida pero en silencio. Me senté en un sillón y subí el volumen, cosa que sirvió para deprimirme aun más.
- "Noticia de última hora fallecen cuatro personas en un accidente de coche tras un desafortunado incidente..." - dijo la periodista.
No me paré a escuchar el resto, la apagué.
- ¿Por qué la apagas? – peguntó mi hermana, quitándose un auricular de la oreja derecha.
- Porque me deprime ver el deprimente mundo al que pertenece la depresión de mi vida, ¿te vale? – ella no contestó, me miró con dureza – Y porque no la estabas viendo.

***

Estuve varios días sin cruzar una palabra con mi hermana. No era que no la quisiera, al contrario la quería demasiado. Pero era tan perfecta. Toda ella enamoraba a cualquiera, por su físico, su sonrisa, su “supuesta” simpatía (lo hacía por aparentar, porque si le caías mal a Vicky Jackman, habías cavado tu propia tumba en el instituto), era la que más ligaba y la que conseguía todo lo que quería con un simple pestañeo, por todo eso y muchas otras cosas no podía evitar envidiarla y al mismo tiempo admirarla.
Nuestro mutismo se esfumó el día de su decimoctavo cumpleaños cuando entré en su cuarto mientras ella se ponía una mascarilla facial y le entregué el bolso de Prada que tanto había deseado.
- ¡No puede ser! ¡Iri, me encanta! – me sonrió y me hizo sentir feliz a mí también - Gracias. No sabes lo que te quiero – añadió abrazándome.
Sí, lo dijo por el regalo pero una hermana pequeña no lo puede evitar, es una debilidad innata.
- Mira lo que te he comprado – dijo sacando un vestido del armario.
- ¿Pretendes que me ponga ese trozo de tela?
- ¡Venga, va! Es mi cumple y mi fiesta. Además siempre te quejas de que tu vida es un rollo, ¡pues dale emoción!
Balanceó el vestido frente a mi cara con una sonrisa.
- El azul marino queda muy bien con tu largo pelo rubio.
Lo agarré y me fui a arreglarme para la fiesta. Lo dicho, siempre conseguía lo que quería.

***

Allí estaba yo, embutida en aquel corto y escotado vestido recibiendo miradas de algunos en zonas que preferiría que hubiesen estado tapadas, junto a mi hermana recibiendo a los invitados a la fiesta. Yo los conocía a todos, pero para ellos solo era “la hermana de Vicky”. Entonces entró un chico, Jake, yo sabía que estaba colado por mi hermana pero la muy tonta no se daba cuenta o no quería hacerlo. El chico era muy guapo: alto, moreno, simpático. En fin, no era para mí. Y detrás de él entró una chica. La conocía, pero solo de vista y oídas. Se llamaba Aremis. Era guapa, sin duda. De pelo castaño y largo, tez clara y una sonrisa bonita aunque en ese momento un poco forzada. Sabía que no quería estar allí, seguramente su amigo Jake la habría llevado a la fuerza, porque Vicky no la tragaba.
En ese instante mis ojos castaños se cruzaron con los suyos del mismo color, pero más especiales pues cuando la luz les daba cambiaban de tonalidad a placer. Al verme empalideció y su falsa sonrisa desapareció, mostrando una mueca que yo identifiqué como terror. No entendía nada. ¿Tan mal me quedaba aquel vestido?

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. me has dejado con toda la intriga, voy a seguir leyendo!

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  3. Me alegra oír eso, significa que tiene un buen comienzo!!
    Thanks!!
    (L)

    Vale

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