21 mayo, 2010

El Alma que Lee (Capítulo 8)


Me encontraba delante del mostrador de la biblioteca esperando a que llegase el bibliotecario. Jake estaba a mi lado, llevábamos más de veinte minutos ahí plantados sin que apareciese nadie. El edificio estaba vacío exceptuando las interminables hileras de estanterías, el polvo que se acumulaba por los rincones y nosotros.
Siempre me había encantado aquel lugar, de pequeña lo visitaba con frecuencia, el primer día que visité la biblioteca me encaramé a las estanterías como si fuese un mono para alcanzar un libro, pero apareció aquel bibliotecario y me ayudó.
Desde aquel momento al menos un par de días a la semana obligaba a mi madre a que me llevase, era mi rincón secreto, un lugar donde podía ser yo rodeada de aquellas páginas repletas de letras que tanto me fascinaban.
Pero llegó un momento que todo cambió. En realidad, no recordaba muy bien el qué. Supongo que me hice mayor, olvidé la importancia de las pequeñas cosas y me compraron un ordenador con conexión a Internet. Pero el hecho de volver a pisar ese lugar me hizo rememorar tantas sensaciones que creí volver a tener sietes años y no poder apenas sostener quinientas páginas con mis pequeños brazos.
- ¿Oiga? ¿Hay alguien? – pregunté a la nada, esperando obtener respuesta. Jake y yo cruzamos una mirada de incomprensión.
- Disculp… - Jake no pudo terminar.
-Ya voy, ya voy… - dijo una voz que procedía del almacén.
Al fin, después de algunos golpes y unas cuantas palabrotas murmuradas, pudimos ver su cara. Debía tener sesenta años, su pelo canoso aun era abundante y su rostro lleno de arrugas hacía saber toda la experiencia que aquel hombre había conseguido, en su mirada, en sus ojos verdes, pude ver la tristeza, la añoranza pero también, para mi sorpresa, la alegría. La alegría que le produjo el hecho de verme a mí. Sonrío ampliamente.
- ¿Iride? ¿Eres tú?
Yo me quede sorprendida, no sabía si debía responder, al fin y al cabo, era un desconocido, al menos por mi parte, porque él sí parecía conocerme. Miré a Jake sin tener claro que hacer.
- Sí, sí que eres tú – continuó aquel hombre. Debió ver mi consternación – Tú no debes reconocerme, han pasado algunos años. Soy John, con el que hablabas de miles de libros cuando tan solo tenías siete años.
Lo cierto es que me quede petrificada. John. Aquel bibliotecario cincuentón pero que a mis ojos de niña pareció atractivo, ahora tan cambiado, tan anciano.
- No tiene importancia, es lógico que no me recuerdes.
- No, sí que tiene importancia, y por supuesto que me acuerdo de ti; jamás te he olvidado, pero… estás tan cambiado que no te he reconocido.
- Sí, Iri, suele pasar cuando uno comienza a cumplir más y más años, se queda viudo y todo el mundo quiere que se jubile – comentó sonriendo.
En cambio a mí me entristeció.
- Bien, contadme ¿qué veníais buscando? – preguntó mientras escrutaba a Jake, cosa que me hizo gracia, tantos hombres a lo largo de mi vida y todos se preocupaban de mi relación con esos otros hombres.
- Primero las presentaciones. Jake, este es John, mi bibliotecario favorito; John, este es Jake, mi mejor amigo – ambos se dieron un apretón de manos y después John volvió a centrar su atención en mí. – Bueno lo que venía buscando era algún libro que me informase sobre el alma.
Enarcó las cejas, sorprendido, dubitativo; no supe muy bien cual era la razón.
- Concretamente sobre la unión de las almas. Estoy leyendo un libro que trata sobre eso, es decir, sobre el vínculo que puede existir entre dos almas diferentes y que produce que estas deban estar unidas para completarse; y me gustaría informarme más sobre el tema.
John no dijo nada, asintió con la cabeza y se marchó en busca de algo que pudiese servir, yo observé como se alejaba, renqueando, parecía que las piernas le dolían y volví a recordar lo joven que yo era y lo próxima que había estado de la muerte y pensé en el resto de personas, aquellas que habían vivido mucho y que dentro de un tiempo abandonarían el mundo, una opresión se instaló en mi pecho, tuve que coger aire y expulsarlo para liberar esa presión.
Giré mi cabeza a Jake, me estaba observando fijamente y al cruzarme con aquellos ojos castaños ese sentimiento de malestar se apaciguó pero mi corazón se aceleró y recordé que aquello que deseaba jamás ocurriría. Siguió mirándome sin decir nada y yo me estaba poniendo nerviosa.
- ¿Qué pasa? – él sonrío – Dilo ya, no te hagas de rogar – pero volvió a ponerse serio.
- La verdad es que no entiendo por qué te interesas ahora por el asunto ese del alma, y no sé qué pensar.
Pero yo sí sabía lo que él estaba pensando.
- Jake, no empieces. Esto no es porque mi vida corriese peligro es algo que va más allá. En realidad gracias al accidente me di cuenta de una parte de mí que no conocía y cosas que me suceden y que no entiendo; y creo que esta es la respuesta.
- ¿La respuesta es: “la unión de las almas”? – dijo en tono burlón.
- Pues sí. Sé que tú no crees en todo esto, pero para mí es importante entenderlo.
Jake me miró pensativo.
- No es que no crea en todo ese rollo sobrenatural, es que me resulta difícil llegar a entenderlo.
- Lo sé. Pero a mí me basta con que estés a mi lado y me apoyes; porque siempre he sentido que no encajaba, que me faltaba algo y ¿si de lo que carezco es de esa alma que me complete? La única manera de entenderlo por ahora es informándome sobre el tema para poder sacar conclusiones.
Suspiró. Miró el mostrador sobre el que estaba apoyado y dirigió su mirada hacia mis manos. Las cogió suavemente y volvimos a cruzar nuestras miradas.
- De acuerdo. Si necesitas investigar, investigaré contigo, aunque me tenga que leer cada libro de los que hay en este sitio – yo reí – Y te voy a apoyar en todo, te lo prometo.
- Gracias, Jake.
En ese momento oímos un chirrido. Al volver las cabezas observamos a John que arrastraba un pequeño carro con ruedas desgastadas cargado de libros apilados unos encima de otros; debían haber más de cuarenta.
- ¿De verdad quieres seguir investigando? – pregunté incrédula.
- ¿No te lo he prometido? – susurró Jake divertido en mi oído. Yo sonreí.

***

Eran las cuatro de la tarde y seguíamos allí abriendo libros, hojeándolos uno por uno, sonriendo al creer haber encontrado algo y deprimiéndonos al no encontrar nada. Ya habíamos repasado veinticinco libros y los que nos quedaban. John había tenido la amabilidad de traernos algo de comer y se había acomodado en su sillón detrás del mostrador cuando se oyó la campanita de la puerta. Yo levanté la vista de uno de los libros y Jake se volvió hacia la entrada. Me sorprendió verlo allí, no por nada, fue más bien el hecho de volver a verle.
Se acercó a John y le entregó un libro, que lo apuntó como devuelto. Y entonces Robert se volvió hacia donde estábamos nosotros. En su cara se mostró un extraño reflejo de preocupación, dolor y algo que me costó clasificar. Comenzó a andar hasta que llegó a la mesa.
- Hola Iride.
- Hola Robert, me alegro de verte. Os presentaré, este es Jake. Jake, Robert.
Jake le dio la mano y le sonrió.
- Encantado, Robert – me sorprendió la madurez de Jake y me sentí más tranquila al saber que no habría pelea aquella tarde.
- Lo mismo digo. ¿Qué tal estás? Me enteré de lo que te había pasado y me preocupé mucho pero no sabía si era oportuno el que “yo” fuera a verte.
Sonreí.
- Eres muy amable por preocuparte y no tiene importancia el que hubieses ido o no, además como ves estoy bien. Y… - no sabía si continuar o no. Respiré profundamente – Quería pedirte perdón – Robert me miró sin comprender – Bueno, creo que te debo una disculpa por todo lo que te dije aquel día, no fui justa contigo, lo siento, de verdad.
- Para, por favor. No sigas. Soy yo quien te pide perdón y te da las gracias. Gracias por lo que me dijiste, supongo que hacía tiempo que necesitaba que alguien me dijese algo así para que me plantease las cosas de otro modo. Te debo una.
- No, no me debes nada.
- ¿Qué estáis haciendo? Tal vez pueda ayudar.
Le explique nuestra pequeña investigación y se sentó junto a Jake, cogió un libro y comenzó a leer.
- No hace falta que lo hagas, Robert, de verdad.
- Quiero hacerlo, soy rápido leyendo, además sino no terminaréis nunca – lo miré un poco disgustada. Observé a Jake.
- Me cuesta admitirlo, pero tiene razón, Iri.
Suspiré.
- De acuerdo. Supongo que nos vendrá bien tu ayuda – el sonrío y vi un brillo en sus ojos, sentí que era lo que necesitaba oír, él necesitaba sentirse útil, saber que su esfuerzo servía para algo, que le servía a alguien. Y me percaté. Cada vez me volvía más intuitiva, más cercana a los sentimientos de los demás. Un escalofrío me recorrió el cuerpo pero decidí no pensar en aquello y seguir leyendo.

***

Las nueve de la noche. Habíamos devorado todos aquellos libros sin obtener respuesta. Robert se montó en su coche no sin antes intercambiar nuestros números de teléfono y ofrecerse a llevarnos, cosa que rechacé aunque Jake puso mala cara, supuse que estaba preocupado por mí, demasiado “ejercicio” tan pronto; y nos despedimos de aquel.
Comenzamos a andar, ya había oscurecido y caminábamos por debajo de las farolas que acababan de encenderse. Mi móvil empezó a sonar. Leí: “Mamá” y sentí un retortijón de estómago. La que me iba a caer. Descolgué.
- Iride, ¿dónde narices estás? ¿Te crees que es normal? Llego de trabajar y no estas, tu hermana dice que has salido, y ya es tarde, deberías estar en tu cama, reposando…
Respiré profundamente. Aquella no paraba de despotricar y gritar. Cuando se calló para recuperar el aliento, hablé.
- Mamá. Tranquila, estoy bien. Voy con Jake, no te preocupes, solo hemos estado de paseo, sabes que no podía continuar en casa, me estaba asfixiando.
- ¿De verdad estás con Jake? ¿No estarás sola?
- Que no…, de verdad, estoy… - las palabras se perdieron, en una callejuela vi un letrero brillante: “AURA”, y me detuve a mirarlo, inicié mi marcha hacia él, no oía a Jake decirme que el camino de vuelta no era por allí. Me detuve un segundo.
- Mira, Jake está conmigo – le dije al móvil y se lo pasé a Jake.
Continué andando y escuche a Jake correr detrás de mí para no perderme de vista, mientras hablaba con mi madre.
Al fin me encontré ante aquel escaparate lleno de libros esotéricos, muñecos de vudú, supuestas pociones y filtros de amor.
- Le he prometido a tu madre que como mucho en una hora en casa, así que mejor nos vamos – pero se quedó allí a mi lado, mirando el escaparate.
- Jake, ¿crees que tendrán aquí lo que busco?
- No lo sé. ¿Tú que piensas? ¿Qué te dice tu intuición?
Lo observé. Me miraba sonriendo. Le devolví la sonrisa. Me acerqué a la puerta. La empujé. Oí la campana que había sobre la entrada repicar. Olí una fragancia a incienso. Y al fin un saludo.
- Buenas noches. Bienvenidos a Aura, ¿qué desean?
La puerta se cerró a nuestras espaldas con un portazo. Sentía que la respuesta estaba cerca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario