Mi dedo a penas había rozado el timbre cuando Vicky me abrió la puerta. Me miró durante un segundo y me hizo un gesto con la mano.
- Pasa - Hice ademán de entrar cuando una extraña reacción se apoderó de mi cuerpo, aunque solo fueron unos segundos escasos. Cuando me vi dentro y Vicky hubo cerrado la puerta tras de mí, me observó con fijeza y concentración absoluta, soltó el aire, que sabía que había contenido desde que me había visto en la puerta, y me abrazó con tanta fuerza que creí que la próxima en acabar en el hospital sería yo.
Se separó y sonrió débilmente, me percaté de que tenía puestos los pendientes que le había regalado por su cumpleaños.
Se separó y sonrió débilmente, me percaté de que tenía puestos los pendientes que le había regalado por su cumpleaños.
- Gracias por lo que hiciste por Iride - Me dijo al fin.
- Es lo que debía hacer.
- Está arriba en su habitación, seguro que se alegra de verte - Vicky nunca me había tratado tan bien, pero era agradable que no te consideraran un desecho de la sociedad que no se merece que le des ni los buenos días.
- Gracias.
Subí las escaleras lentamente, la verdad, temía enfrentarme a Iride y a las heridas que estaba segura, cubrían su suave piel como cuando las algas del océano se adhieren a las rocas que se hallan en la orilla. Llamé a la puerta y cuando oí al otro lado un “adelante”, decidí introducirme en la habitación.
- ¡Aremis! - Iride estaba sentada en la cama con una fina colcha cubriéndole las piernas, a su lado había depositado un libro de encuadernación antigua. Tomé asiento a su lado y la miré con determinación, examinándola lo más desapercibidamente que pude.
- Hola, Iride - Me miró con tristeza, no sé lo que vio pero desde luego tuve la sensación de que no fue muy agradable - ¿Cómo estás? - Me sentía mal por preguntarle aquello después de todo ese tiempo sin llamarla, ni siquiera había ido a hacerle una visita.
- Muy bien - Noté un aire de tristeza también en su voz. Definitivamente me había portado como una egoísta, ¿cómo se me había ocurrido enviar a mi hermano cuando ella realmente quería hablar conmigo y no con él. Era en una sola palabra, horrible - Tu hermano es muy simpático, se parece a ti – Silencio - Me dijo que te ibas a Irlanda pero yo quería hablar contigo antes.
- Claro, lo veo justo después de cómo me he portado - Dije suspirando e intentando sonreír a pesar de que evidentemente no tenía ganas.
- Me has salvado la vida - Sonreí para que se disipara un poco la tensión acumulada en el ambiente - Quería agradecértelo en persona - Se calló y miró al suelo antes de volver a fijar sus ojos marrones en los míos - Pasó algo extraño en el accidente.
Me quedé callada. Tomé aire y volví a sonreír.
- No sé de qué me hablas Iride - Por dentro me moría de ganas de gritar.
- Lo sabes perfectamente. Me oíste. Lo sé -Todo real. Todo había sido real, aunque eso ya me lo había parecido desde el momento en el que recuperó la conciencia.
- Puede ser.
- No. Sabes que es así y lo niegas, ¿no te das cuenta de que estoy confundida y que no entiendo lo que está pasando?
- Iride, ¿no te das cuenta de que yo tampoco?
Nos miramos un segundo seriamente y comenzamos a reír.
- Basta, me duele todo - Dijo mientras aún reía. Volvimos a mirarnos.
- No sé lo que ocurre - Le confesé - Pero pienso averiguarlo.
- Por eso te vas -Afirmé con la cabeza - Yo creo que encontraré las respuestas quedándome. ¿Sabes algo de Jake? - Me dijo de repente dejando aquel tema que nos atormentaba a las dos de lado.
-Tranquila, vendrá - Eso fue suficiente para notar que, sin ninguna duda, se sentía mejor – Ah, por cierto, traigo recuerdos de parte de un ligue de tu hermana, Robert.
Me miró con los ojos abiertos. Y suspiró.
- ¿Qué sucede? – pregunté.
- Esa es otra larga historia y otro asunto pendiente que debo resolver – contestó sonriendo con tristeza. Lo cierto es que no quise insistir más.
Nos despedimos porque me di cuenta de que necesitaba descansar. Me dijo que me deseaba mucha suerte con mi viaje y yo por mi parte le deseé suerte también con lo que pudiera averiguar pero aunque no se lo dije, también pensé en ella y en Jake.
Antes de salir por la puerta me fijé en un cuadro que había en una de las paredes de su habitación. Un prado enorme cubierto de flores y tres plumas blancas que caían desde el cielo. Cerré los ojos y sonreí.
Sueño cumplido.
Me despedí de mi abuela en el aeropuerto, mi hermano no había venido, estaba en casa descansando tras su noche de fiesta intensa con sus antiguos amigos. No me importó. Lo prefería así, recordaba cómo había sido despedirme de él cuando se había marchado.
Mi abuela me abrazó fuertemente. En ningún momento me dijo que no debía hacer aquello o que era peligroso que marchara sola.
- Estoy segura de que hallarás lo que buscas, cielo mío - Me dio un suave beso en la frente que me parecía el más cálido de mi vida.
- ¿Cómo puedes estar segura abuela? No puedo encontrar algo si todavía no sé lo que estoy buscando.
- Lo sabrás, corazón, lo sabrás.
- Abuela, estoy segura de que tú sabes algo que yo no sé.
- La seguridad es algo bueno. No la pierdas mientras estés fuera y ante todo escúchale.
- ¿A quién?
“Pasajeros del vuelo 908 embarquen, por favor”.
-Debes irte – No dejó que dijera nada más y comenzó a empujarme.
Al subirme al avión tuve una sensación demasiado extraña, las escaleras se me hicieron infinitas y cuando volví la vista atrás contemplé dos palomas blancas como la nieve descender en picado. Comenzaron a andar formando un triángulo y finalmente, cuando cesó su paseo, miraron al cielo como si allí se hallara alguien y emprendieron el vuelo dejando a su paso múltiples plumas que descendían con lentitud hacia el frío suelo.
Embarqué a pesar de la nostalgia y el escalofrío. Fui hasta mi asiento.
Al subirme al avión tuve una sensación demasiado extraña, las escaleras se me hicieron infinitas y cuando volví la vista atrás contemplé dos palomas blancas como la nieve descender en picado. Comenzaron a andar formando un triángulo y finalmente, cuando cesó su paseo, miraron al cielo como si allí se hallara alguien y emprendieron el vuelo dejando a su paso múltiples plumas que descendían con lentitud hacia el frío suelo.
Embarqué a pesar de la nostalgia y el escalofrío. Fui hasta mi asiento.
“Señores pasajeros, abróchense los cinturones”.
Apoyé la cabeza en la ventanilla y cuando miré hacia el suelo vi que todas las plumas que habían abandonado las palomas a su paso formaban una flecha justo en la dirección contraria en la que se encaminaba el avión.
Cerré los ojos fuertemente mientras meneaba la cabeza, cuando volví a mirar, ya no había nada.
Cada vez más fuerteeee!!
ResponderEliminarThis is incredible!
My God, I like it, no, I love it!!
You are wonderful! The history is fantastic!!
I love you!!! My Sun!
Vale